EXPEDICIÓN 2012
EXPLORACIÓN PUMASILLO E INVESTIGACIÓN ACTIVIDAD ANDINISTA EN LA SIERRA DE VILCABAMBA
vídeo
Este audiovisual de 45 minutos de duración, recoge la experiencia vivida en 2012. La carencia de una cámara profesional significó utilizar lo que tenía disponible: Una cámara fotográfica Sony y una reflex de Canon. Ahorrar dinero en la compra de una tarjeta de memoria se traduce ahora en las diferencias de calidad.
El documental se proyectó en Negreira por primera vez, con buena acogida y crítica por parte del público, y sirvió para la presentación de la Expedición PUMASILLO - VILCABAMBA 2015.
los días en Pucyura
Cuando escuchas tu nombre y apellidos por los altavoces de un aeropuerto sabes que no te avisan para recibir un premio al mejor turista. Creía tenerlo todo arreglado. Había volado desde Santiago a Madrid y de Madrid a Lima. Recogí mi mochila pesada en la cinta de recepción de equipajes y pasé el control fronterizo con su correspondiente escaner. Solo aguanté la mirada del Policía Nacional del Perú que observaba la pinta que traía para moverme por su país. Perfecto, pensé. El vuelo estuvo bien. Lo típico: cena de avión, película, una cabezada un poco incómoda pero suficiente para despejarse, lectura y conversación con mi compañero de fila. El problema empezó cuando facturé la mochila en el avión para Cuzco, haciendo caso omiso de la advertencia de un auxiliar que me preguntaba si llevaba alguno de los objetos prohíbidos expuestos en un stand, como por ejemplo las cargas de gas para los infiernillos. Dije que no, claro. Había realizado dos vuelos y en ninguno me habían condicionado con tal asunto, por lo que me hice el sueco hasta que eso significó un percance cuya penitencia fue coger el avión en el último instante y esperar dos horas en Cuzco hasta que llegó mi equipaje en otro vuelo distinto. A partir de ahí me quedaban todavía ciento sesenta y ocho quilómetros por carreteras y caminos hasta Pucyura. Con el alivio de tener todo conmigo y un pequeño retraso solo me quedaba meterme en una combi que me llevase hasta otra ciudad sin apenas detenerme en el ombligo del mundo, donde los mosquitos son el perfecto reflejo del contraste de climas en tan poca distancia. Quillabamba está a ochocientos metros de altitud, en el borde de la ceja de selva que aporta un calor pegajoso al que te abrazas cuando vienes del frío.
A las doce del mediodía por fin salió mi transporte y después de recorrer un trayecto que se me hace ya muy familiar, llegué a Pucyura, abriendo la puerta de la Casa de Labañou, despertando con un grito de entusiasmo a Paula y a Santi que no contaban conmigo hasta la madrugada.
Los días pasaron metidos en la vida cotidiana de unos vecinos que veían un pueblo tomado por el ejército. Hacía unos meses, Sendero Luminoso realizó una emboscada que duró cinco horas a la comisaría de Pucyura durante una noche de tormenta que dejó aislado el lugar de luz eléctrica y cualquier comunicación. Se calcula que unos cuarenta hombres fuertemente armados y apostados desde los cerros, acorralaron a los policías en la comisaría que quedó repleta de agujeros de ametrallodoras como un queso de gruyere. Por parte de Sendero se desconoce si hubo víctimas porque los narcoterroristas pretendieron hacerse con un buen lote de AK47 del armero policial. De los agentes hubo solo dos heridos en una fuerte refriega. Esos mismos polcías se vieron después involucrados en un turbio asunto de saqueo arqueológico en el mismo edificio en el que con coraje defendieron su vida. Unos hechos que sucedían durante nuestra estancia en la que vivimos situaciones excepcionales.
Los días se nos fueron entre excursiones, la exploración de unas increíbles paredes verticales que ya habíamos descubierto en la primera expedición y sobre las que nacieron nuevos objetivos. Viajamos por un mundo de entrevistas, sobre todo la investigación respecto a la actividad andinista en los nevados de Vilcabamba que se prolongaron después desde un ordenador hasta descubrir una apasionante historia que nace en 1956 y que ahora persigo como una obsesión.
Vilcabamba es ese embrujo al que Santiago - el Dóctor - advirtió que quedaríamos expuestos si lo experimentábamos. Vivimos días de fiesta, con bailes y competiciones tradicionales sintiéndonos queridos y hasta mimados. Una carrera de "Chasquis" precedió la celebración del Inti Raimi que comenzó con un figurín haciendo sonar una caracola que paulatinamente silenciaba a un alborotado público que rodeaba el campo central del recinto. De la parte inferior del templo salió en un trote combativo, un grupo de guerreros divididos en dos filas, abriéndose a cada lado del perímetro hasta ocupar los extremos del espacio. Con mucha solemnidad, por una puerta central en la planta superior de las ruinas, aparecieron también a la carrera, otro interminable número de vistosos guerreros que escoltaron la llegada del Inca y un buen séquito de mujeres. El baile y los sonidos del imperio se adueñaron del entorno hasta que la voz gobernante del Sapa Inca acalló los ritmos. Después de la seriedad del discurso en quechua, la comitiva salió del escenario por un lateral y se ocultó de un público que rompía el silencio mientras caminaba entre puestos de feria ambulante hacia otro campo donde continuaría la celebración.
En el penúltimo día en Pucyura hicimos una caminta hasta lo alto de un cerro. Allí, unas piedras dispersas que no decían nada eran el vestigio de un hecho histórico que llevaron a Santi en la búsqueda de una de sus piezas que conforman el puzle que construyeron la localización y descubrimiento de Hatum Vilcabamba. Yo, sentía, me maravillaba y entendí que una gran parte de mi vida se quedaba en ese lugar al que me había llevado un explorador.
Diego de Yanarumi
Los huaynos son canciones populares del mundo serrano. El Dóctor, en la primera expedición nos acostumbró a su música despertándonos cada mañana con ellas. Sus letras siempre hablan de amores y desamores mezclados en muchas ocasiones con momentos etílicos de sus protagonistas masculinos.
A nuestro regreso de la exploración de la "Garra del Puma" nos encontramos a un niño deficiente que nos conmovió muchísimo por su situación de pobreza y una herida en el pie que corría grave riesgo de infección. Nos fuimos sin poder hacer mucho salvo avisar a las autoridades de su desamparo y preocuparnos en los días siguientes por su situación. Después encontramos a Diego, otro niño de ocho años que comparte la humildad. Regresaba caminando de la escuela a su casa en la aldea de Yanuarumi. Diego, al ver las cámaras dijo que sabía una canción. Le preguntamos si podía cantarla. Guardaba en su mirada y en cada uno de sus gestos, toda la dulzura y la inocencia de un niño alegre. Nos recordó a nuestro español "Pequeño Ruiseñor". Le deseamos a este potencial cantante de huaynos un futuro profesional y sobre todo que nunca perdiese ese encanto que transmitía como persona ni siguiese derroteros equivocados.
trekking a Machu Picchu
Desde Huancacaye iniciamos un trekking de tres días hasta Santa Teresa.
Desde Huancacaye iniciamos un trekking de tres días hasta Santa Teresa.
El turismo en Vilcabamba tiene cada vez más destinatarios. La Ruta XV, abierta en la expedición del 2010, pretende promocionar una hermoso trekking y de paso dar prosperidad económica a las remotas aldeas por las que pasa. La idea romántica y moral que llevamos reside en que siempre haya ese equilibrio perfecto entre desarrollo y respeto por el entorno. Algo casi impensable pero con una esperanza a la que uno se aferra y se niega a perder. Este sendero, ya utilizado, comunica Vitcos con Machu Pichu. Una oferta más para el turismo Vilcabambino que se suma a la ruta que, también después de tres días, llega a las ruinas de Choquequirao. En un futuro esperemos que no muy lejano, empiece a abrirse el impresionante acceso hasta los restos de Hatum Vilcabamba.
Eran las nueve y media de la mañana. El arriero esperaba a orillas del río. Paula, Pascuala y Santi tenían sus caballos y yo había rechazado viajar durante tres días utilizando un equino. Necesitaba hacer a pie las tres largas jornadas que teníamos por delante, la temperatura era agradable y al fin, una vez cruzado el río y a las puertas de Vitcos, sentí que atravesaba el umbral de la aventura. Algo que nin tan siquiera había encontrado en la aproximación a la catedral de roca de la garra del puma.
A veces, en la primera parte de la senda, me detenía porque había encontrado una fotografía o visualizaba el paisaje que dejaba a mis espaldas, ubicando cada punto para llevarme un mapa en la cabeza. Encontramos en el camino a una mujer acompañada de dos hombres que llevaban a mano una enorme olla de comida. Después de dos horas de caminata decidimos hacer un descanso y unos minutos más tarde cuando reiniciamos la marcha comprobamos que el destino de la comida era para un buen número de obreros entre los que estaba Walter, el marido de Francisca quienes habían participado en la expedición de 2008. A pico y pala abrían el camino que facilitaría la realización del trekking que viene desde Machu Picchu. En la profundidad de un valle y plantado en una pradería de un verde muy hermoso, distinguí las líneas que perfilaban un rústico campo de fútbol. Está claro que por algo es el deporte rey cuando llega al rincón más escondido. Lo que sí imaginaba era a un equipo de élite sufriendo lo suyo a casi 4000 metros de altitud. Más arriba, a mayor altura, nos esperó un cambio de tiempo repentino. El cielo descargó sobre nosotros una buena granizada que tapizó de blanco los techos de paja de las cabañas. Mi chaqueta dejó pasar agua y caló la ropa mientras mis manos se entumecían del frío. Del collado bajamos hasta otras cabañas donde otro grupo de obreros que se encargaban del arreglo en otro tramo del camino, hacían su vida en chozas muy simples. Se refugiaban del aguacero y del frío alrededor de una hoguera que convertía el interior en una atmósfera irritante a la que ellos parecían inmunes. Mis ojos no paraban de lagrimear pero necesitaba ese calor y secar en la medida de lo posible mi ropa. Estuvimos un rato hasta que el reloj y la voz de Pascuala, nuestra jefa de arrieros, marcaba el tiempo de retomar el camino. Desde allí el recorrido se vuelve espectacular, internándonos en otro valle increíble siguiendo un sendero vertiginiso y encañonado. Sentía la presencia de la aventura en cada paso, sobre todo cuando aparecieron unos nevados que tiempo después conseguiría colocar sobre el google earth y encontrar, como ya he citado en otro relato, una historia fascinante.
En el lugar de Hatum Pampa pasamos una fría noche metidos de lleno en un paraje tan amplio como solitario. Mi pequeña tienda túnel era lo más parecido a una especie de sarcófago, pero ese reducido espacio fue el más agradable y hogareño que disfruté en mi vida hasta el momento, bajo el recuerdo de un niño que metido en un hueco de su cama, soñaba con noches y momentos expedicionarios como ese. Por la mañana, cuando recogimos el campamento estábamos rodeados de vacas que pastaban su desayuno. La lona de mi tienda era de color rojo y no pude evitar crear una escena torera incitando a un toro manso a una entrada a mi capote. En ese mismo momento se me ocurrió preguntarle a nuestro arriero como se llamaba su caballo:
- Romperajas - me dijo.
La mañana y el paso elevado de la laguna Lacococha me dejó una amplia visión sobre los nevados de Vilcabamba, con dos figuras piramidales que destacaban en el fondo de una impresionante imagen. Una, la más lejana, pertenecía al Panta, la otra podría ser el Pumasillo, que se presentó ya como una obsesión a partir de este viaje. En el collado hay una torre de piedras que imagino crecerá al paso de los grupos de trek. Pascuala señaló unas lagunas al fondo de un largo descenso para contarnos la historia de un asesinato a un buscador de oro.
Desde allí seguimos descendiendo y maravillándonos del tremendo escenario natural que pisábamos hasta el encuentro con el calor tropical que ofrece la ceja de selva. Pasamos dos días experimentando contrastes brutales de clima y paisaje. Otros obreros, cortaban largas y gruesas cañas de bambú para abrir el camino de trekking, otros se dedicaban al arreglo de un sendero que en esta ocasión bajaba pero volviendo la vista atrás aterrorizaba comprobar la durísima subida si se hace el trayecto al revés. Por un rústico puente de troncos cruzamos un turbulento y precipitado río, cargado de caudal y peligrosas corrientes que ni a los más expertos en el descenso de aguas bravas podría imaginar moviéndose por ellas en sus kayaks. En un campo pasamos la segunda noche, arrimados al fuego y al humo que ayudaba a ahuyentar la inmensa cantidad de molestos mosquitos. La última jornada nos llevó hasta nuestro destino, saliendo de una espesa vegetación a la aldea de Yanatile. En ese punto con casas de adobe y tejados de chapa galvanizada, Pascuala y nuestro arriero se fueron de vuelta con los caballos y las mulas. Nosotros contratamos un coche por el que tuvimos que esperar una larga hora para que nos llevase por una pista de tierra hasta la población de Santa Teresa a las puertas de Machu Picchu. En ese trayecto me encontré con los relatos que siempre escuché y leí del Dóctor, sobre todo la que habla de una hacienda que forma parte de la historia trabajadora y explotadora del Perú: La hacienda de Romanville.
Desde Santa Teresa hasta Aguas Calientes, a los pies de Machu Picchu, hay muy poca distancia, algo más de cuatro kilómetros. Pero fue en Santa Teresa donde me tocó despedirme de Paula y de Santi. Subí a un coche con ocho personas y una carga que ocupaba el techo y un difícil maletero. La carretera por la que nos movíamos es literalmente una carretera de la muerte. Una pista estrecha de tierra que serpentea con precipicios tan verticales que alcanzan los 300 o 400 metros hacia el rio Urubamba. Mi cámara de fotos se quedó sin batería y me fui sin una estampa que reflejase tremendos abismos pero jamás se me olvida cada curva y cada movimiento del conductor cuando aparecía otro coche de frente. En Santa María dejé la emoción para disfrutar comprando fruta a un precio ridículo al cambio y meterme en una de las tiendas para atiborrarme de chocolatinas.
Esa noche me esperaba la ciudad de Cusco que disfrutaría como nunca. Un viajero solitario. Al día siguiente me planté a las ocho de la mañana en el aeropuerto para cambiar el día de vuelta a la capital. Necesitaba pasar allí un día entero, disfrutar de otra ciudad y su gente. Tocar el agua del Pácifico. Vivir por un día en Lima.