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LIMA

“El horror supremo en la blancura de su infortunio”. Con esta cita de Herman Melville en su Moby Dick, da comienzo Javier Reverte su libro “El río de la desolación”. Las páginas de la ballena asesina las había leído hacía mucho tiempo y lo vivido en el Amazonas por el autor español, cuatro años antes de mi primera expedición a Perú. Releí varias veces el primer capítulo a la vuelta de mi viaje, entendiendo la descripción tan espantosa de esta ciudad si salimos de su urbanismo moderno. Con ese horror, como el que el capitán Ahab presenta al monstruo, Melville definió Lima y Javier Reverte dice: siempre me ha parecido una ciudad entristecida, brumosa, agobiada bajo el peso de una desolación que no sé si surge del clima o del corazón de sus habitantes. Siempre hay dos ciudades y mi recuerdo de Lima quiso quedarse más en lo bueno, en Miraflores, Larcomar y Barranco, donde Santi nos había invitado a probar ceviche en un restaurante muy conocido.


 

 

La Plaza Kennedy. Es un jardín, un centro neurálgico, un mercado de antigüedades, una cita con artistas populares, escultores y pintores que exponen y venden sus obras. Citas noctámbulas de alquiler y mañanas de encuentros enamorados. En la Plaza Kennedy hay vida. Se concentran buenos hoteles y restaurantes, comercios y librerías y locales de copas. Nosotros nos fuimos directos a la famosa calle de plato italiano. Es un pecado llegar a un país y hacer degustación culinaria de otro, sobre todo por las buenos platos de ceviche que se ofrecen en Barranco y Miraflores. La decisión por las pizzas vino determinada por el concurrido ambiente aborigen de sábado noche que hay en esta zona. Aun no has puesto un pie y empiezan a asaltarte con las ofertas para cenar. Insistes en que de momento solo estás curioseando, olfateando o deambulando como los gatos y que primero nos vamos a tomar una cerveza. La música llegaba desde todos los rincones pero mi espíritu noctámbulo me trasladaba únicamente a un sitio ya conocido: “Son de Cuba”.

 

Barranco es el barrio con más personalidad de Lima. Fue asentamiento de pescadores, sufrió incendios y saqueos en la guerra que confrontó al Perú con Chile y un terremoto de octavo grado destruyó gran parte de la zona monumental. En Barranco rezuma el romanticismo y lo bohemio. Si la calle de las pizzas es el ambiente nocturno de Lima, Barranco es el alma de la capital y un buen lugar para arrancarle a uno las palabras que describen lo vivido. En mi primer viaje disfruté mucho de mi paseo de tarde hasta el faro de Miraflores. Me dediqué a la contemplación del Pacífico bañando esta costa y al deseo de volar en parapente por estos despeñaderos elevándome por encima de sus edificios. Hay dos deportes que triunfan en esta zona y, curiosamente, a muy distintas cotas. El surf y el paracaidismo de ladera. 

 

Me dejé caer en aquella ocasión durante un buen rato en el Parque del Amor. Sus muros, de azulejos multicolores, tienen grabados párrafos de poemas y sus bancos y gradas, también construidos de la misma materia, sientan a un abundante número de parejas que se regalan miradas cómplices y besos sinónimos de siempre a tu lado. Lejos de un mirón, soy de los que curiosean en la fauna humana. Mis apuestas se presentaban en cuantos terminarían en amores fugaces, en frustraciones y desengaños o en matrimonios que el día de su boda se besaron con la mayor de las pasiones y pasados los años viven en la mayor de las rutinas y de la apatía. Desde luego que también tenían cabida los amores imposibles, las infidelidades y los sueños que desesperan el corazón. 

 

diario de viaje

CORDILLERA DE LOS ANDES 

Sierra de Vilcabamba

rubén

 

suárez

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